El
estudio de la diseñadora holandesa Wieki Somers y el chocolatero alemán Rafael Mutter han creado este singular
molino de chocolate, inspirado en los laminadores o ralladores de queso suizos.
Instalado en el Vitra Design Museum,
un importante museo de diseño mundial ubicado en Alemania, podrá verse dentro
de la exposición Confrontations, hasta
el 2 de septiembre. Traduzco lo publicado en otras páginas ya que me resulta
más fácil que hacer un resumen en este momento.
Los
autores de este proyecto comentan que es la primera vez que han trabajado con
un material que tiene una relación tan delicada y directa con el consumidor. El
chocolate estimula todos nuestros sentidos y el cerebro a la misma vez. “Hoy en día olvidamos a menudo lo
sorprendente que es. Hace mucho tiempo que el chocolate era una sustancia rara,
una bebida sagrada, una medicina. Hemos querido introducir una nueva motivación
y disfrute al chocolate al cambiar algunas normas y al generar un nuevo ritual:
una nueva manera de comer y compartir chocolate”.
Podemos ver un vídeo aquí.
Han creado un carrusel
adaptando una máquina utilizada principalmente en Suiza como un laminador de
queso que crea flores. Ellos lo utilizan de un modo distinto, como un instrumento
que media entre nosotros y el chocolate. Además han diseñado el chocolate que
fabrica la máquina, insertando memorias en él como en fósiles. De ahí que el
aspecto tridimensional del carrusel se extiende a una cuarta dimensión: el
tiempo y la historia traducidos a través del movimiento. Rotando el brazo del
carrusel, una imagen aparece mientras otra desaparece.
Hay dos animaciones. La
primera es una pareja dando vueltas mientras danza en un placer infinito. La
manivela del carrusel gira como la de una caja de música. En otra capa, han
dibujado modelos geométricos a partir de los bombones de Rafael Mutter. Al girar el molino se experimenta un misterioso
efecto calidoscópico en el que aparecen máscaras africanas de la tribu Bobo
(los cultivadores de cacao creen que tienen un poder especial para atraer un
buena cosecha). El movimiento ahora se refiere a la historia mágica del
chocolate.
De una manera simbólica
nueva, nos recuerda al molino de chocolate de Marcel Duchamp, uno de los
motivos centrales de su obra maestra, El gran vaso. Este trabajo complejo tiene
asociaciones mecánicas, simbólicas, químicas y eróticas. “No intentamos emparejar un espectro tan amplio de referencias pero
tenemos en cuenta este aparato como una imprenta en nuestro subsconsciente
colectivo. Queremos que nuestra máquina produzca emociones. Queremos una máquina
que sienta y pueda degustar”.
Comer las delicadas flores generadas
en este proceso supone una nueva experiencia degustadora de chocolate. A
diferencia de romper una tableta de chocolate convencional, el material se ha
convertido en frágil y generoso. Es abundante y escaso a la vez.
En
la tienda de Vitra venden pequeños molinillos de chocolate que incluyen un
chocolate especial para rellenar la máquina.
Mi
agradecimiento al arquitecto Pablo Potz,
quien me avisó de esta noticia.
Con
información de Designboom, y las
páginas Dutchdfa.com y el blog La informacion.com
Hola, Nerea, guapa!
ResponderEliminarYa me ha costado venir por aquí, ¿eh? Bueno, te suelo leer, me refería a comentar, lo hago porque te he leído en El Comidista y me ha dado pena que tu padre ande pachucho y quería decirte que espero que se recupere pronto, dále un beso de mi parte;
Cuánta delicia veo por aquí, ay, Dios mío, ésto es lo último que necesito para adelgazar un poco, pero, bueno, todo se andará, besinos!
Muchas gracias, Maritxu, txikitxu.
EliminarMe encantan siempre tus comentarios en El Comidista.
Besos para ti también y espero sacar cositas del norte, aunque para eso tendré que ir también a Bilbao.
me encanta! en este blog aprendo mogollón
ResponderEliminarGracias, Mar. Tuve problemas para entrar en el tuyo el otro día.
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